Texto: Gabriel Izard Martínez | Fotografías: Gabriel Izard Martínez, https://pollygoes.com/
Este texto no pretende arrojar conclusiones, sino plantear una problemática que está empezando a ser investigada y que incluye un trabajo de campo en proceso en Hopkins, localidad garífuna turística de Belice.
Conviene hacer primero una breve contextualización etno-histórica. Los garífuna surgieron del mestizaje, más cultural que biológico, entre indígenas caribes y esclavos fugitivos en San Vicente (Pequeñas Antillas) en el siglo XVII. De ese contacto nació el grupo de los llamados caribes negros por la literatura colonial, quienes se enfrentaron al colonialismo durante las Guerras Caribes del siglo XVIII cuando Inglaterra quiso convertir la isla en una economía de plantación. Tras la derrota, los supervivientes de los caribes negros fueron deportados en 1797 a la isla de Roatán, frente a las costas de la actual Honduras. Desde allí fueron trasladándose, en las décadas posteriores, a diversos enclaves del litoral atlántico de América Central. Durante ese proceso fue instaurándose entre la población el etnónimo garífuna, derivado de kalinago (la gente que come yuca), nombre con el que se llamaban a sí mismos los caribes (González 1988).
Las localidades garífuna en Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua, a las que hay que añadir numerosas ciudades de EE.UU como consecuencia del proceso general de migración centroamericana hacia el Norte, constituyen el territorio de una cultura orgullosa de su herencia afro-indígena, presente fundamentalmente en la lengua (lamentablemente en peligro de extinción), la música (de la punta “tradicional” al punta rock), la alimentación (con base en la yuca, el casabe o pan de yuca y el pescado), y la espiritualidad (los rituales como el dugu, en los que se establece comunicación con los ancestros y se les ofrenda casabe, pescado y otros alimentos). En 2001, por iniciativa de la principal organización garífuna beliceña, el NGC (National Garifuna Council), y con el apoyo del gobierno de Belice, la lengua y cultura garífuna fue declarada por la UNESCO Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
El turismo tiene una evidente dimensión extractivista, vinculada a procesos de especulación de la tierra y negocio inmobiliario derivados de la valorización del paisaje y la cultura (Trpin y Rodríguez 2019: 62). Esta situación genera dinámicas de resistencia en las comunidades afectadas, las cuales pueden tener una respuesta violenta por parte de los especuladores y sus aliados estatales, como ocurre por ejemplo, ciñéndonos al ámbito garífuna, en la costa hondureña (Anderson 2009 y Brondo 2013, en Moberg 2022).
En el caso beliceño, también se dan unas respuestas, lideradas por organizaciones como el NGC, al extractivismo turístico que se apodera de la tierra ubicada en la primera línea de mar para construir equipamientos turísticos. Ese proceso de despojo no solo afecta a la identidad del grupo, conectada étnica y emocionalmente al territorio, sino también al equilibrio ecológico pues va acompañado de una deforestación creciente. Por otra parte, la intensificación de las excursiones en lancha al cercano arrecife de coral para hacer snorkel y submarinismo, junto al incremento de la pesca a gran escala al margen del turismo, están afectando al ecosistema marino, fundamental para el equilibrio ecológico de la zona y para la subsistencia de unas comunidades que tienen en los recursos pesqueros una parte importante de la dieta.
Restaurante de comida garífuna en Hopkins. Fuente: https://pollygoes.com/
En relación con esto, surgen unas preguntas de investigación: ¿Cuál es la situación en Belice, y concretamente en las localidades garífuna y más particularmente en Hopkins, en relación a la propiedad de la tierra? ¿Es la titulación colectiva del territorio una demanda principal de esas organizaciones, como ocurre en otros contextos indígenas americanos, para defender el territorio y el uso sustentable del mismo que permita la supervivencia como grupos? ¿Qué papel juega el mar (el arrecife, la pesca) en las demandas territoriales? ¿Se ha visto afectada la celebración del dugu por el despojo marítimo y terrestre que dificulta la obtención de pescado y el cultivo de yuca?
Cartel anunciador de alojamiento cultural en Hopkins. Fuente: https://belizing.com/
Pero el turismo también puede generar dinámicas de negociación, de adaptación, como ocurre en Hopkins, mediante la implementación de negocios familiares o cooperativas (alojamientos, algunos de ellos publicitados también como centros culturales; restaurantes de comida garífuna; puntos de venta de artesanías; y locales de clases de música y baile) en las que la cultura propia (la música y la danza, la alimentación) es puesta en valor en el mercado turístico como mercancía y como experiencia.
En esos casos, podemos hablar de procesos de activación patrimonial, equiparables a los que en el contexto etno-político protagoniza el NGG, que ha construido un Museo Garífuna en Dangriga (la principal localidad garífuna del país) y organiza cada año el ritual de etnicidad del Settlement Day, en el que se recrea la llegada de los primeros garífuna a Belice por mar y se realiza un desfile con bandas de música y carrozas decoradas con diversos símbolos étnicos como hojas de yuca y utensilios de elaboración del casabe (Izard 2005).
Settlement Day en Dangriga. Fotografía: Gabriel Izard Martínez
Si en este caso el uso de la cultura es una estrategia colectiva para afirmar la especificidad y la voluntad de supervivencia en un contexto pluricultural nacional y global, en el caso turístico nos encontramos con una estrategia económica, desarrollada por empresas familiares o cooperativas.
El objetivo de esta investigación es estudiar también estas adaptaciones creativas al mercado turístico, y en relación con ello nos planteamos las siguientes preguntas: ¿Constituyen las cooperativas, como en otros lugares de turismo indígena, una estrategia recurrente? ¿Qué papel tiene el género en las respuestas adaptativas y creativas?1 ¿Cómo son explicados, elaborados artesanalmente y/o puestos en escena los elementos del patrimonio cultural? ¿Hay algunas partes de la cultura pensadas como no mercantilizables, por el hecho de pertenecer a un ámbito percibido como íntimo y por tanto ajeno a estas dinámicas de negociación, como podrían ser los rituales de los ancestros (dugu)? ¿Hasta qué punto la puesta en valor de la cultura constituye no solo una estrategia económica sino también un proceso de actualización de la tradición y revitalización cultural?
Referencias bibliográficas
GONZÁLEZ, Nancy (1988). Sojourners of the Caribbean: Ethnogenesis and Ethnohistory of the Garifuna. Urbana: University of Illinois Press.
IZARD, Gabriel (2005). “Patrimonial activation and construction of Garifuna identity in contemporary Belize”. En Palacio, Joseph (ed.). The Garifuna. A Nation across Borders. Benque Viejo del Carmen (Belice): Cubola.
MOBERG, Mark (2022). “Reading the present from the past in Hopkins, Belize”. American Ethnologist 49 (3): 302-317.
TRPIN, Verónica y RODRÍGUEZ, María Daniela (2019). “Transformaciones territoriales y desigualdades en el norte de la Patagonia: extractivismo y conflicto en áreas agrarias y turísticas”. Albuquerque (Revista de História) 20 (10): 50-66.
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- Mark Moberg (2022) señala, en una breve referencia al tema del turismo, el papel destacado de mujeres, y especialmente mujeres migrantes retornadas de los EUA, en los negocios turísticos. ↩︎
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