La Vanguardia, difunde | Fuente: https:/www.lavanguardia.com
Texto: Domingo Marchena | Fotografías: Michael Dantas / Afp / EP / MCT
“Los yanomamis forman el pueblo indígena relativamente aislado más numeroso de América del Sur”, dice Survival International, una de las primeras voces en denunciar el genocidio de este pueblo. Genocidio es una palabra muy dura (“aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos”), pero ha sido utilizada incluso por el nuevo gobierno de Lula da Silva.
Las entidades de defensa de los indígenas han saludado el regreso de Da Silva a la presidencia de Brasil. El mandatario ha prometido dar un volantazo y cambiar el rumbo que emprendió su antecesor, Jair Bolsonaro, que “abrió deliberadamente las puertas del territorio yanomami y animó a entrar en la selva a miles de garimpeiros o buscadores ilegales de oro”, denuncia Sarah Shenker, la directora de Survival Brasil.
Los yanomamis viven en las selvas del norte de Brasil y el sur de Venezuela. En condiciones normales, explica Fiona Watson, directora de investigación y campañas de Survival International, “rara vez sufren malnutrición, ya que sus bosques son frondosos y ellos son expertos en cultivar, recolectar y cazar todo lo que necesitan”. Las condiciones de este pueblo, sin embargo, son ahora cualquier cosa menos normales.
Los años del laissez faire de Bolsonaro han sido atroces. Los niños yanomamis mueren de malnutrición a un ritmo 191 veces superior a la media brasileña. El número de menores de cinco años que fallecen por enfermedades evitables (sin incluir aquí a la enfermedad evitable más común: el hambre) multiplica por 13 veces la media nacional. La situación es tal que el nuevo gobierno ha decretado la emergencia sanitaria.
Y la situación no es mucho mejor en el lado venezolano, donde las autoridades no se han movilizado mucho hasta ahora para impedir la usurpación de tierras comunales. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos denuncia una “situación catastrófica” y un daño irreparable a numerosas comunidades. Los mineros ilegales han propagado la malaria y otras enfermedades para las que los nativos no tienen anticuerpos.
Las guerras que no salen en televisión no existen. La Amazonia vive una auténtica debacle invisible que solo ocupa contadas portadas de la prensa internacional. Haced una prueba: escribid en el buscador de Google yanomami; luego probad con Dani Alves y comparad los resultados. Lula da Silva ha prometido un cambio de 180 grados, pero necesita tiempo y los yanomamis ya no pueden esperar ni un minuto más. Survival exige actuar ya.
La guerra contra los yanomamis no ha saltado a los medios de comunicación hasta la difusión de fotos escalofriantes de niños y adultos esqueléticos. Las epidemias y la desnutrición se han disparado. El gobierno de Brasil declaró el estado de emergencia sanitaria el pasado 20 de enero y el envío de refuerzos médicos como respuesta al “abandono” que habían experimentado los pobladores de esta inmensa región durante los últimos años.
Sí, es una región inmensa, de casi 10 millones de hectáreas en Brasil y 8,2 millones en Venezuela. Pero es tan grande como frágil. Los problemas comenzaron mucho tiempo antes, pero se agravaron a mediados del siglo XX, cuando Brasil se empeñó en delimitar la frontera con Venezuela. Los trabajadores gubernamentales trajeron consigo contagios de sarampión y gripe. Lo que vino a continuación fue una caída en barrena…
Construcción de carreteras, tala industrial de árboles, aniquilación de aldeas enteras a manos de sicarios a sueldo de terratenientes, ganaderos, leñadores y mineros… Las carreteras introdujeron aún más enfermedades, más colonos, más alcohol y más explotación. Organizaciones indígenas han resumido esas agresiones en un informe de 121 páginas, que se hizo público el pasado diciembre y que se puede leer en inglés aquí.
El título del documento no necesita traducción, Yanomami under attack. El subtítulo es La minería ilegal en tierras indígenas y propuestas para combatirla. La investigación denuncia el crecimiento exponencial de las explotaciones ilegales de oro. Solo en el 2021 crecieron un 46% en comparación con el 2020. La minería deja cicatrices visibles en la selva e invisibles entre sus habitantes. La violencia sexual, por ejemplo.
Los autores de Yanomami under attack, que trabajaron por encargo de dos entidades nativas, Hutukara y Wanasseduume, denuncian el aumento de las agresiones y la prostitución en el mayor bosque tropical del planeta. “Los mineros ofrecen drogas y alcohol a cambio de sexo”. El trabajo también enumera violaciones de mujeres y niñas nativas. Para complicarlo todo, los militares brasileños han establecido cuarteles en la selva.
Los uniformados no han frenado la violencia sexual, sino que la han espoleado. Y llueve sobre mojado. Los ríos y los peces están ahora contaminados con mercurio, que los garimpeiros utilizan sin control. Este elemento se adhiere al oro y forma una amalgama que facilita la separación de la arena, rocas u otros materiales. Luego se calienta la masa resultante para que se evapore el mercurio y el metal precioso quede liberado.
Las minas ilegales, incluso en parques nacionales y reservas en teoría protegidas, son un secreto a voces desde hace años. En marzo del 2021, la mayoría de periódicos del mundo recogieron la odisea de Antonio Sena, un piloto brasileño de 36 años que volvió a nacer tras estrellarse en el corazón de la selva amazónica, donde sobrevivió en solitario más de un mes. Volaba sobre la catedral verde para llevar suministros a garimpeiros.
Los yanomamis vivían en el paraíso, el mayor territorio indígena del mundo. Tenían de todo. Eran autosuficientes, pero… Imaginaos que seres de otro mundo os invadieran y desvalijaran vuestros comercios, destrozando todo a su paso. Eso ocurre hoy en el universo yanomami, donde sus supermercados (los ríos, la selva, la tierra) están siendo esquilmados por advenedizos que se creen con derecho a todo en aras del progreso.
Las víctimas más inocentes son una vez más los niños, que se mueren literalmente de hambre. El Instituto Socioambiental de Brasil calcula que el territorio yanomami se extiende a lo largo de unos 9,6 millones de hectáreas de la Amazonia brasileña, entre los estados norteños de Roraima y Amazonas. Se trata de una zona riquísima en recursos naturales, que ha dado para vivir con holgura a generaciones y generaciones de indígenas.
Eso fue antes de que aparecieran mineros, leñadores, cazadores y ganaderos. Yanomami under attack asegura que del 2016 al 2020 la extracción ilegal de minerales creció un ¡3.350%! No hay pulmón verde que pueda encajar eso. Un líder yanomami que tiene su altavoz en Survival lo resume así: “La selva se está muriendo. Han talado los árboles cuyos frutos comíamos. ¿Y quién lo hizo?”. Ya le respondemos nosotros: el progreso.
Noticia extraída de: La Vanguardia |Texto original: https:/www.lavanguardia.com
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