Por Jesús ANTONA, Proyecto MEDIOS INDIGENAS, 4 de mayo de 2020
Introducción
El tratamiento de los mass media de asuntos que afectan a los pueblos indígenas americanos, salvo honrosas excepciones, suele ser bastante superficial y está lleno de exotismos y tópicos. Las crónicas periodísticas, en raras ocasiones se apoyan en fuentes etnográficas solventes que les permitan entender la realidad compleja y diversa en la que se desenvuelve la vida de estas sociedades en el mundo de hoy.
En lo que se refiere a la crisis del coronavirus, la mayoría de los artículos se centran en la resistencia que ofrecen los pueblos indígenas a las recomendaciones oficiales. Los análisis más sesudos, suelen enredarse en argumentos que rezuman etnocentrismo, como aquellos que atribuyen la falta de observación de las medidas profilácticas y de distanciamientos social a una mentalidad acientífica propia del pensamiento primitivo. Se olvida, sin embargo, que la mayoría de las explicaciones y respuestas que otorgan los indígenas a la etiología de la morbilidad y de la contaminación suelen ser coherentes con sus valores y formas de vida, entre los que cabe destacar su carácter eminentemente moral y relacional de sus sociedades y el predominio de un tipo de cosmovisión no antropocéntrica en relación con la naturaleza y el conjunto de entes y seres que constituyen los respectivos universos.
Afortunadamente, muchas de las desfiguraciones producidas por la información generalista sobre las sociedades amerindias hoy se ven contrarrestadas por el dinamismo que ofrecen en el ámbito de la comunicación a partir de la apropiación que han hecho los indígenas de internet y redes sociales para expresar sus propias perspectivas sobre la realidad que envuelve al mundo y hoy en día la rapidez de producción de comunicados y llamamientos de las organizaciones indígenas sobre cualquier tema que les atañe pueden desbordar a cualquier observador. A partir de medios como Facebook, YouTube, WhastApp e innumerables web, los indígenas ofrecen sus propias narrativas sobre la pandemia del coronavirus y denuncian la impertinencia y las dificultades que tienen para enfrentar esta amenaza a partir de las medidas estandarizadas concebidas autoritariamente por los gobiernos ignorando su situación socioeconómica y política.
La tendencia a imponer medidas concebidas desde contextos ricos y con acceso a buenas infraestructuras sanitarias desconocen que buena parte de la vulnerabilidad que tienen los pueblos amerindios ante este tipo de pandemias deriva de las dificultades económicas y de la debilidad de sus sociedades para hacerlas frente de forma autónoma. Por tanto, las carencias atribuidas a las comunidades indígenas para hacer frente a un cataclismo de la índole del COVID-19, lejos de explicarse en términos de ignorancia, debe hacerse conjugando las diferencias culturales con la forma de inserción y los modos de pertenencia de los pueblos indígenas a las sociedades dominantes.
Para profundizar en la percepción de la crisis sanitaria global en algunos contextos indígenas nos centraremos en el caso de los mapuche de Chile a partir de su propia producción discursiva y mediática, un tipo de fuentes que se caracteriza por su inmediatez y por estar concebidas para la acción en una determinada coyuntura. Me centraré, sobre todo, en algunas de las representaciones étnicas del virus y en la pertinencia sociocultural que tienen las medidas homologadas para combatir esta pandemia, así como en la percepción que tienen los mapuche de estas disposiciones. Partiremos de la premisa de que la mayoría de los pueblos indígenas conforman hoy sociedades diversas, tanto a nivel socio-espacial (urbano/rural) como económico, educativo, intergeneracional y de género, y que las configuraciones culturales que producen se expresan desde diferentes locus de enunciación2, según se trate de intelectuales, funcionarios indígenas, líderes políticos, autoridades tradicionales, especialistas rituales o comuneros corrientes.
Coronavirus y pueblos indígenas en contextos subalternizados
Para dar cuenta de la realidad diversa y compleja por la que atraviesan las sociedades originarias en América Latina en relación con el coronavirus es necesario atender, al menos, a tres niveles de análisis: 1) las relaciones interétnicas, 2) la situación política de los indígenas en relación con el Estado y 3) la vitalidad de los procesos de empoderamiento y recreación cultural.
El primero aporta el filtro de la memoria historia, la cual ordena el haz de representaciones colectivas básicas a partir de la invasión española- y la propagación de enfermedades- y la asimilación de las sociedades originarias al Estado nación, como responsable de su pauperización progresiva. Esta percepción de la historia, como estado de emergencia permanente, es la que se encarga de fijar en el imaginario colectivo una conciencia de vulnerabilidad y dependencia ante cualquier situación sobrevenida, bien sea por accidente o por la acción de agentes externos.
El segundo foco debe ponerse en la relación política que existe entre el pueblo indígena concreto y el Estado nación de adscripción, la cual, sigue ofreciéndoles paralelismos con las violencias y estructuras racistas de antaño. En este contexto, la pandemia se presenta como un déjà vu en la tradición oral indígena ya que las prácticas gubernamentales se perciben como atemporales. A estas narrativas se deben sumar las dudas que genera entre los indígenas el verdadero interés que tienen las autoridades por su salud.
El tercer nivel es el de la cultura, ámbito donde se producen los nuevos relatos para explicar y resistir el mundo de hoy a partir de la operación de reactualizar conocimientos ancestrales para hacer frente a la contingencia contemporánea. El soporte ideológico fundamental que da consistencia a los relatos indígenas sobre el coronavirus lo aporta la cosmovisión a partir de la dialéctica que se establece en la relación hombre y naturaleza, donde el principal analizador se encuentra en el cuerpo, espacio privilegiado que condensa las contradicciones sociales e históricas, y donde la evidencia de prueba la aporta la enfermedad.
Para los pueblos amerindios el hombre está rodeado por el medio ambiente y le constituye. Su idea fundamental es que la persona no es el centro de la naturaleza, únicamente comparte espacio con otros seres del entorno. Todas las entidades que componen sus “ecosistemas” (que incluyen animales, plantas, hitos geográficos y entidades sobrenaturales) cumplen una función crucial en la reproducción de la vida y en el funcionamiento del mundo, ejerciendo su tutela sobre determinados espacios. En las sociedades indígenas las relaciones ecológicas no se fundamentan en leyes naturales, sino morales y sociales, puesto que la propia naturaleza de los sujetos se nutre de diversos elementos de su entorno, incorporando las ideas subyacentes de la cosmovisión (la cultura) del grupo; de ahí que cualquier transgresión al entorno “natural” o social se proyecte en las personas en forma de enfermedad.
Los mapuche y el coronavirus: “ellos ya sabían”
Cuando los sabios y autoridades espirituales mapuche reflexionan sobre esta pandemia para tratar de encontrar sentido a una realidad desbordante, recurren a sus saberes ancestrales (kimün) y a su propia epistemología, la cual encuentra en los sueños (pewma), visiones (pelontun) y presagios (webe) los instrumentos “infalibles” para dar segura cuenta de la realidad.
Diferentes testimonios recogidos recientemente entre autoridades tradicionales (logko) y especialistas mapuche (kimche, puñelnechefe, lawentuchefe, machi)3 aparecidos en internet coinciden en señalar dos hechos transcendentales para explicar la llegada de la pandemia de coronavirus a las tierras mapuche: por una parte, en los últimos meses se sucedieron una serie de eclipses de luna y de sol que fueron visibles en el sur de Chile; por otra, se observó un florecimiento y desarrollo irregular de plantas autóctonas y emblemáticas del territorio mapuche como el colihue (Chusquea quila) o el canelo (Drimys winteri) (Quidel, abril 2020; Leiva, 5 de abril de 2020). Hay que tener en consideración que la naturaleza le ofrece al mapuche la información esencial para conocer su destino y le guía para orientar sus acciones. En el primer caso, se trataba de un mal augurio: simbólicamente supone la victoria de la oscuridad sobre la luz, anunciando tiempos difíciles y peligros indefinidos para el che (persona mapuche); el segundo, apuntaba igualmente a desgracias y enfermedades, puesto que para el mapuche las irregularidades estacionales en el desarrollo de plantas o animales son indicadores inequívoco de escasez.
En ambos casos informan de una “queja de la tierra” a causa de la existencia de comportamientos inadecuados o trasgresiones y, al margen de quién sea el responsable de la transgresión (yafkan), serán los mapuche los que sufrirán la ira de los geh (dueños de los espacios), porque sólo a ellos les corresponde guardar el Waj Mapu (territorio). Por tanto, en palabras de Calbucura se trata de una respuesta «de la Ñuke Mapu (Madre Tierra), una especie de reacción natural para modificar el comportamiento de sus habitantes y con ello garantizar su continuidad» (23 de marzo de 2020).
El concepto de geh remite a una serie de entidades sobrenaturales encargadas de guardar el territorio de usos y ocupaciones indebidos, castigando a los individuos que transgreden las normas que rigen en cada lugar. Estas entidades, que pueden tener funciones ambivalentes, quedan errantes cuando se destruyen los espacios naturales o son ocupados indebidamente, y es entonces cuando aparece su cara negativa y maligna: se revelan como weküfe (genéricamente dadores de mal), propagando la enfermedad y la desgracia entre los infractores y su entorno; no debemos olvidar que la trasgresión a las normas morales siempre es una responsabilidad colectiva.
Es necesario llamar la atención de que este análisis emic del origen teleológico del coronavirus constituye un punto de anclaje intercultural con otros muchos pueblos amerindios e incluso con buena parte de la sociedad civil de Occidente preocupada por la deriva ecológica del Planeta y detractora del modelo de vida representado por el paradigma neoliberal. Leiva (marzo de 2020) pone como ejemplo el argumento de la periodista Sah en Le Monde Diplomatique, la cual atribuye la pandemia a la destrucción de la naturaleza y, en concreto, a la destrucción de los hábitats de los animales salvajes; es decir, sitúa el origen del problema en la intromisión de los humanos en espacios que no les corresponden, igual que los mapuche: «El virus llegó por la globalización y los humanos la hemos desparramado»( Loncon, El Mostrador, 26 de marzo de 2020). El expresidente de Uruguay, José Múgica, reflexionaba recientemente en la prensa sobre esta pandemia en los siguientes términos:
«Nada en demasía, decían los griegos, porque todo tiene límites y la naturaleza también, pero lo olvidamos. No se debe navegar sin timón, pero en la globalización lo olvidamos. La condujo solo la fuerza del mercado y la tecnología y no estuvo la conciencia política en este proceso. El viejo liberalismo mutó, se hizo „liberismo‟, y abandonó su humanismo. Hoy, si pudiera creer en Dios, diría que la pandemia es una advertencia a los sapiens». (El País, 3 de mayo de 2020).
Coronavirus como yafkan
En el mundo indígena, la enfermedad es un agente externo que penetra en el cuerpo de los individuos en determinadas circunstancias, en la medida en que los cuerpos se conciben como entidades abiertas al entorno sociocultural y ecológico y están en constante interacción con ellos. Por el contrario, para la medicina occidental la enfermedad está dentro del individuo y responde a un fallo orgánico: en la mayoría de los casos detectable o explicable por métodos empíricos de observación.
En mapuzungun la enfermedad se denomina küxan o kutran y se percibe como un ente (un aire, un espíritu, un humor) que entra en la persona o che, se alimenta de él, se desarrolla en él y puede convertirle en enfermedad misma. Las enfermedades propias de la cultura y de la vida mapuche se denominan mapuche küxan y aparecen como consecuencia de las trasgresiones ecológicas, sociales, morales o espirituales a los principios de la vida y la cosmovisión mapuche (Az Mapu).
La lingüista mapuche, Elisa Loncon, señala que el mapuzungun ha producido el neologismo de koronavñfi para nombrar al coronavirus, al ser una enfermedad exógena al mundo mapuche. Esta palabra surge de sustituir la palabra virus por vñfi o “daño” (el verbo vñfitun significa: «dañar, infectar; perjudicar») (Loncon, 2020). Esta asociación de la noción de virus con el concepto de daño o perjuicio, concuerda con el sentido que otorga la cultura mapuche al mal o a lo maligno (weküke), el cual no se encuentra dentro del cuerpo de los individuos, sino que está latente en el territorio acechando permanentemente desde alguna de sus dimensiones cósmicas o del espacio socioculturalmente construido.
Antes de que el COVID-19 hiciera acto de presencia uno de los virus más temidos por los mapuche de las comunidades de la Araucanía era el hanta, enfermedad transmitida por ciertos ratones silvestres que pueden infectar al ser humano provocándole una enfermedad que afecta al sistema respiratorio. Salvo en lo que respecta al desconocimiento del agente patógeno, en el caso que nos ocupa, la representación del hanta guarda muchas analogías al coronavirus.
La expresión mopü llaupi, « [el mal] anda volando» o mopü llahui: « [el mal] siempre anda volando» denota la idea que afirma que el mal no se encuentra en un lugar concreto, sino que aparece de súbito producto de la transgresión a las normas sociales, ambientales, culturales o sobrenaturales. Como señalaba una empleada mapuche del Hospital Makewe al afirmar que «el mal siempre anda volando por el territorio» atribuyendo el aumento de casos de hanta a “lo maligno”, al weküfe, debido al mal comportamiento de las personas. Para ella la enfermedad era algo intrínseco al territorio: algo que convive con las personas, porque está allí para mantener el orden de las cosas (social y “ecológico”) y castigar a los que tienen mala conducta; es por eso que «el mal siempre está acechando y se manifiesta producto de la mala vida de las personas».
El método principal para ejercer el mal en las comunidades mapuche es el kalkutun (acción de un kalku o brujo) que puede llevarse a cabo mediante diferentes procedimientos entre los que destaca el üñfitun4 consistente en la manipulación simbólica de prendas u objetos (ropa, pelo, uñas) que hayan estado en contacto con la persona a la que se quiere hacer daño. También se puede hacer üñfitun por los humores (sudor, saliva, sangre, semen) o atrapando el püjü (“alma”) a través de un weküfe. Otro de los métodos más frecuentes y efectivos para difundir el mal es el envenenamiento, simbólico o real por fuñapue, es decir, a través de los alimentos. Como se puede observar no es difícil establecer paralelismos con las vía de contagio que se atribuyen al coronavirus, lo que difiere radicalmente es la casuística que provoca la transmisión del mal.
Por otra parte, extraña en el mundo rural mapuche algunas de las medidas de distanciamiento social señaladas por las autoridades para prevenir el contagio. Para los mapuche es sabido que la falta de celo ante las ofrendas de comida procedentes de contextos extraños o de personas con las que no existe una relación fraternal resulta una temeridad, sin embargo la circulación de comida en los rituales mapuche y el hecho de compartirla es fundamental para el fortalecimiento y reparación de las relaciones sociales, ya que aceptar comida ajena es una prueba de confianza y amistad, mientras que rechazarla constituye una ofensa
Coronavirus como wigka küxan
El catálogo de enfermedades mapuche ha ido variando según han incorporado al vademécum su experiencia histórica en relación con la alteridad. La Conquista española y la posterior derrota mapuche a manos de las tropas chilenas y su asimilación a la sociedad nacional introdujeron en el Waj Mapu patologías inéditas hasta entonces, dando lugar a las llamadas wigka küxan, enfermedades que tienen su origen en la colonización y el contacto con el “blanco” (wigka) y que son radicalmente distintas a las mapuche küxan en cuanto a su etiología y tratamiento. Es en esta categoría, como enfermedad externa a la cultura mapuche, donde se encuadra la pandemia del coronavirus: «un nuevo tipo de wigka kuxan» (CFISM-Ta iñ Xemotuan, 22 de marzo de 2020).
La etiología de las wigka küxan se atribuye a la acción violenta (física o simbólica) de los no indígenas contra el pueblo mapuche, donde la aculturación, la desestructuración social, la transgresión a las normas de la cultura, junto con la pobreza y los conflictos de tierras, ofrecen el marco explicativo a muchos de los problemas que afectan al bienestar de las comunidades. Lo más grave de estas patologías es que el sistema médico mapuche carece de los recursos necesarios para paliar sus efectos y restablecer el equilibrio y, debido a ello, el che y las comunidades quedan atrapadas en una situación de dependencia de los “remedios” y de los agentes foráneos; es decir de la biomedicina y del sistema sanitario hegemónico.
Las wigka kuxan no sólo aluden a la propagación de enfermedades ajenas al mundo mapuche, sino también al potencial destructor y etnocida que contienen, lo que lleva a algunas organizaciones indígenas a responsabilizar a las autoridades de la Araucanía5 de extender la pandemia en las comunidades mapuche6, basándose en algunas actitudes irresponsables de políticos chilenos que se saltaron el confinamiento (izquierdadiario.cl., 6 de abril de 2020) aunque no se puede asegurar que tuvieran contacto directo con población mapuche.
La interacción con la sociedad nacional, especialmente en aquellos ámbitos que amenazan la forma de vida y el territorio mapuche o distorsionan las relaciones comunitarias tiene el mismo efecto que un virus y guardan analogías con la actual situación. Los mapuche han elaborado múltiples representaciones acerca del peligro y la enfermedad a partir del concepto de contaminación derivado de las relaciones conflictivas con la alteridad. Por eso la memoria histórica mapuche fija el origen de sus males endémicos en la irrupción del blanco en sus territorios y considera peligrosa la proximidad al wigka, entendiendo esta proximidad, fundamentalmente, como pérdida de identidad y tendencia a vivir como chilenos (awigkamiento)
Coronavirus y awigkamiento
Las distintas narrativas aparecidas recientemente en la red sobre el tema de la pandemia COVID-19 y los mapuche, ponen el énfasis en que la causa principal de esta enfermedad tiene relación con el modo de vida y las permanentes agresiones a que está sometido el medio ambiente planetario y, sobre todo, su propio territorio. Esta percepción remite claramente a la pérdida de identidad (awigkamiento7), a la penetración de personas no mapuche en las comunidades, a la imposición de formas de vida ajenas, al modelo de desarrollo impuesto y a la enajenación y explotación de sus recursos naturales por parte de gobiernos, empresas extractivas, agroforestales, etc.
Muchos de los relatos ponen el énfasis en la comunidad, la vida en común, el xokinche: “la gente que vive junta y se apoya mutuamente”; en la vuelta a la vida mapuche y en el refuerzo e intensificación de sus propios recursos, especialmente aquellos que se refieren a la producción autóctona y a la seguridad alimentaria. Tras estos enunciados se encuentra una fuerte crítica al colonialismo interno, a la evangelización, a la asimilación, a la comida “chatarra”, al consumismo, al individualismo, al materialismo, a la cooptación:
«Llamamos a nuestro peñi y lamuen [hermanos y hermanas] a tomar resguardos necesarios con el fin de evitar la propagación de este wigka kutran, pero también llamamos a reguardar nuestros alimentos, semillas, kullin [animales] para poder sobrellevar este wechante [“escasez, penurias”]» (Carlos Paillamanque, 26 de marzo de 2020).
Tradicionalmente para hacer frente a todas estas trasgresiones y ponerse en equilibrio con la naturaleza y con los ancestros el único remedio efectivo es la realización del ritual, especialmente el gijatun: ceremonia de vida y reciprocidad por excelencia. Sin embargo, las recomendaciones de las autoridades sanitarias nacionales dictaminan que los mapuche no deben juntarse para hacer rituales (Ta iñ Xemotuam, 20 marzo de 2020) quedando inermes para combatir el mal, la enfermedad y las aflicciones. No obstante, esta prescripción crea muchas contradicciones entre los mapuche más tradicionales que consideran que la única manera de hacer frente al coronavirus es la realización de un gijatun, porque eso no puede ser malo para los mapuche:
« (…) hacer rogativas […] o ir a sitios sagrados y clamar que nos ayuden a sobrevivir: en cerros sagrados […] a orillas de ríos y lagos […], nuestra espiritualidad es lo único que puede frenar cualquier tipo de epidemia» (testimonio citado por Leiva, 2020).
Otros, sostienen que parte del problema radica en la folclorización que las autoridades han hecho de sus rituales y el olvido del kimün por parte de los mapuche, lo que les impide acudir a alternativas tradicionales para remediar las catástrofes sirviéndose del conocimiento de los antiguos: « (…) antiguamente, por medio de rogativas mapuche, los cerros se abrían y la gente se refugiaba allí» (testimonio de un logko, ídem). Todo esto lleva a los mapuche a percibirse dentro de un peligroso bucle de dependencia, en la medida en que la etiología de la pandemia se halla en la adopción de modos de vida contrarios al Az Mapu (código ético y jurídico ancestral) causantes de trasgresiones. Sin embargo, conscientes del remedio no pueden activar los mecanismos socio- espirituales capaces de reparar las trasgresiones y ponerse a bien con sus ancestros y sus espíritus protectores.
La pandemia como continuum
En esta configuración sobre el COVID-19 la dimensión étnico política no sólo resulta inevitable sino que ofrece el relato principal. En esta narrativa, pasado y presente constituyen tiempos borrosos, e historia, cultura, política y economía se encuentran solapadas. Un comunicado elaborado por una asociación mapuche para explicar a las comunidades las medidas gubernamentales de prevención del coronavirus se inicia, precisamente, aludiendo al pasado y dejando en evidencia las “evidentes” continuidades:
«Desde hace mucho tiempo nuestros antiguos nos han hablado de grandes catástrofes, enfermedades que se presentaran y que afectaran la vida, lamentablemente hoy día estamos padeciendo eso» (Ta iñ Xemotuam, 22 de marzo de 2020).
En realidad, muchos de los documentos que circulan por las redes desde el inicio de la pandemia aluden a los relatos orales de los ancianos para mostrar las continuidades existentes entre las enfermedades traídas por la Conquista española y el nuevo virus:
«Enfermedades como la viruela (puño kutran o kolchaw kutran) han sido catastróficas para los pueblos y naciones preexistentes en lo que hoy es nuestra América. Hoy, una nueva enfermedad ha puesto en alerta al colectivo mapuche» (logko Carlos Paillamanque, Comunicado Lafkenche, 15 de abril de 2020).
«Hay relatos orales que recuerdan enfermedades, hambrunas y muertes masivas. Los conquistadores españoles trajeron epidemias como el tifus, la malaria, la viruela, sarampión, paludismo, mucha gente murió por miles en nuestra América durante la conquista. El Estado chileno también trajo enfermedades. Recuerdo las historias que nos contaba mi papá, relato de hambruna y enfermedades (…). Sobrevivieron con pérdidas y muchos dolores, quedaron debilitados, pero no perdieron el kimun, en una memoria oral como la nuestra hay memoria colectiva y hasta genética, saberes espirituales que nos pueden ayudar a comprender lo que nos ocurre y entender por qué (…)» (Loncon, El Mostrador.cl, 26 de marzo de 2020).
También se recurre a la memoria de los ancianos para alertar a la sociedad mapuche de que las dimensiones biológicas de la pandemia no son tan terribles como sus consecuencias étnicas. Así lo afirma un logko lafkenche (mapuche de la costa) cuando señala que la pandemia del coronavirus es una amenaza a su forma de vida (Küme Mogen o “Buen Vivir”) e insta a los mapuche a preparase para no perecer:
«La emergencia sanitaria presenta una amenaza a nuestro Küme Mongen y nos llega a la memoria de los antepasados que sucumbieron a estas epidemias sin haber tenido la posibilidad de prevenir y protegerse de estas catástrofes, dejando a nuestro pueblo mermado en su número de habitantes, es por ello que hoy recalcamos que tanto en el pasado como en la actualidad este tipo de pandemias fueron traídas por los winka y estamos claros y conscientes que estas enfermedades son creadas por los winka para diezmar a la población, creando una histeria colectiva justo en el momento que se cuestionan este modelo globalizado de capitalismo despiadado» (Carlos Paillamanque, 15 de abril de 2020).
Además de los relatos orales los mapuche recurren a las interpretaciones de los sueños a través de los cuales reciben mensajes de los antiguos, los cuales les ayudan a interpretar los fenómenos actuales. Los sueños recientes asociados a la aparición de esta pandemia suelen evocar imágenes de desplazamientos: «venían una larguísima fila de mapuche, eran antiguos (…)», o aluden al acopio de alimentos ante la llegada del extranjero:
«Nos hizo guardar alimento, llegaba mucha gente occidental a los que tenía que recibir (…) estaban de paso y creyó que venía una mortandad» (lawentuchefe citada por Leiva, 2020).
Desde el punto de vista biológico, el componente aniquilador del coronavirus como wigka kuxan se ceba en los ancianos. La capacidad de destrucción de la pandemia se manifiesta en una doble dirección: física y cultural. Los ancianos (kuifiqueche) son los depositarios del conocimiento (kimün) y auténticos guías para trazar el porvenir, por tanto sus conocimientos son fundamentales para la conservación de la cultura mapuche y afrontar la adversidad:
«El saber indígena nos dice que el futuro está en nuestro pasado. El futuro es una cita con los antepasados, por ello redescubrir nuestro pasado es una cita con nuestras narrativas, en el entorno de nuestras vidas, de nuestra historia cultural. Allí se encuentra el secreto que en esta crisis intentamos encontrar» (Jorge Calbucura, 23 de marzo de 2020).
Algunos de las noticias producidas por los mapuche relacionadas con el COVID-19 aluden a la importancia que tiene la senectud en la cultura mapuche y recurren a sus mitos de creación (Xeg Xeg y Kai Kai)8 y a la tétrada divina como representación de geh supremo, Ngenechen9, símbolo máximo de la ancianidad y del kimün que sanciona el papel transcendental de los ancianos en el mantenimiento de la cultura mapuche. Según se desprende de la interpretación de los epew (relatos míticos), los antecesores directos de los mapuche perecieron fruto de una serie de trasgresiones que provocaron la ira de las fuerzas de la naturaleza, desembocando en grandes catástrofes que sembraron el caos y la destrucción y los pocos que sobrevivieron dieron paso a un nuevo ciclo de vida. Algunas versiones sugieren que sólo quedaron cuatro personas, un hombre y una mujer joven: Weche Wentru y Ulcha Domo, cuya misión fue la de perpetuar biológicamente la vida y un anciano y una anciana: Fucha Chao, Kushe Ñuke, que se encargaron de perpetuar y reproducir la cultura y la lengua mapuche.
Coronavirus y derechos indígenas
Fuera ya de la vida más tradicional se observan tres líneas argumentales que son fundamentales para entender cómo se percibe y se interpreta el coronavirus desde la diversidad del mundo mapuche, en este caso acudiendo a los argumentos de líderes, intelectuales y mapuche urbanos (warriache). La primera tiene que ver con las condiciones socioeconómicas por las que atraviesan las comunidades; la segunda, con el mal llamado conflicto mapuche, especialmente con la lucha por la recuperación y preservación de las tierras y espacios naturales, y la tercera con el reto de hacer efectivos los derechos indígenas internacionalmente reconocidos en relación con el Estado chileno.
Coronavirus y pobreza
Existe un consenso internacional respecto a que esta pandemia afecta especialmente y con mayor contundencia a los sectores más pobres y vulnerables, los cuales, carecen de las condiciones básicas para poder adoptar adecuadamente las medidas de prevención estandarizadas. Algo en lo que coinciden diversos informes relativos al mundo indígena y al coronavirus es que: «el derecho a la salud de los pueblos indígenas ya está en peligro [solo que] su vulnerabilidad se agrava en situaciones excepcionales, como los desastres» (AIDA, 2020).
Esta aserción es totalmente válida para los mapuche. La evidencia se encuentra en la política sanitaria gubernamental marcada por el ensayo neoliberal más salvaje de América Latina, el cual convirtió la sanidad pública en una mercancía y redujo el derecho a la salud a mera beneficencia para indios y pobres. Por otra parte, diferentes encuestas chilenas (Casen, 2017) al referirse a la Araucanía duplican el índice de pobreza en relación con la media nacional; ni que decir tiene que esta proporción guarda relación con el hecho de que esta región alberga la mayor densidad de población indígena rural del país. Es en esas condiciones en las que las depauperadas comunidades indígenas deben hacer frente a la pandemia.
A veces, las medidas generalistas diseñadas desde fueran desconocen las formas de asentamiento de los pueblos amerindios. En el caso de los mapuche siempre han optado por un patrón disperso y las unidades familiares eran prácticamente independientes y procuraban mantener una distancia prudencial entre ellas: en la práctica así sigue siendo. Por este motivo, es en las hijuelas familiares (tierras familiares), espacio en el que se ubican las casas, donde las unidades domésticas están realmente próximas. La diferencia sustancial con otras épocas es que hoy en día el espacio familiar es económicamente dependiente y para muchos hogares mapuche la cooperación entre amigos y parientes es imprescindible para la supervivencia.
Por tanto, si tenemos en cuenta la estructura demográfica y el patrón de residencia de los mapuche, marcado por un crecimiento vegetativo superior al de la población nacional, no parece que las medidas de confinamiento y distanciamiento social dentro de las unidades domésticas ubicadas en el campo sean la solución para prevenir el COVID 19 en las comunidades mapuche de la Araucanía.
Coronavirus y conflicto territorial
Buena parte de las críticas a las disposiciones gubernamentales y a la propia expansión del virus se focalizan en el expolio de las tierras y de los recursos naturales
del territorio mapuche. Resulta irónico que una de las principales medidas profilácticas para prevenir el contagio se sustente en la necesidad de mantener la higiene corporal cuando para muchas comunidades mapuche uno de sus principales problemas es, precisamente, la escasez de agua. Según sus propias fuentes, en la Araucanía hay más de cien mil personas que no tienen agua para beber, algo que resulta irónico en una región donde llueve ocho o nueve meses al año (Radio Kurruf, 13 de abril de 2020).
La opinión general es que la culpa es de las plantaciones de pino y eucalipto, las cuales ocupan más de un millón de hectáreas. Estas especies provocan la desecación de los cursos de agua y hacen que disminuya la pluviosidad. Como consecuencia muchas comunidades dependen del suministro con camiones cisterna. A la carencia de agua en determinados sectores indígenas se suma el efecto de las fumigaciones sobre la salud a través de la contaminación del agua y de las tierras a causa del uso de herbicidas. Por tanto, se puede concluir que la política forestal chilena ha sido nefasta para la conservación de los recursos hídricos del territorio mapuche.
Todas estas paradojas son las que suscitan desconfianza respecto a la repentina preocupación que muestran las autoridades por la salud de los mapuche. Por otra parte, los sectores más beligerantes con las forestales observan las medidas de confinamiento y distanciamiento social dentro de la dialéctica del conflicto de las estrategias represivas e inmovilizadoras que el Gobierno ejerce contra ellos. Además, la sospecha de que la pandemia ha llegado en un momento crucial para frenar las movilizaciones sociales en Chile en un momento de extrema debilidad gubernamental ha contribuido a alimentar las teorías conspiratorias.
Otro aspecto vinculado al conflicto es el de la situación de los presos mapuche que cumplen condenas en diferentes centros penitenciarios chilenos. En estos casos, las medidas dictadas para la prevención del contagio de coronavirus se califican de criminales. El argumento principal se basa en que la prohibición de las visitas priva a los presos de la posibilidad de obtener alimentos suplementarios y el gas necesario para cocinar, puesto que, según las familias, las cárceles chilenas presentan serias carencias alimentarias:
“El Estado de Chile está indirectamente enviando a la pena de muerte a todos los prisioneros, en especial a los Prisioneros Políticos Mapuche” (Radio Kurruf, 13 de abril de 2020).
Además, al no poder ver a sus familiares y amigos denuncian que se está infligiendo a un castigo psicológico a los presos mapuche a través del aislamiento, ya que la opción de comunicarse por videoconferencia, como sugieren las autoridades, no es una alternativa real: «Las videoconferencias son inoperantes en las comunidades» (ídem). Loncon (14 de abril de 2020) señala que un estudio del Ministerio de Desarrollo Social fechado en 2019, concluye que más de 300 sectores mapuche de la región de la Araucanía y Los Lagos carecen de conexión a internet. Este dato supone que, en esta situación de confinamiento, los niños y jóvenes mapuche parten con desventaja en lo que se refiere a la igualdad de oportunidades para seguir sus estudios on line.
Coronavirus y autonomía
En tercer lugar, los mapuche hacen una lectura de las medidas para hacer frente a la pandemia en términos políticos, aludiendo a la ausencia de autonomía. El 23 de marzo de 2020 una autodenominada Plataforma Política Mapuche (PPM) presentó al presidente de Chile, Sebastián Piñera, un «Plan de emergencia con enfoque mapuche para enfrentar la pandemia del Coronavirus» (1 de abril de 2020). En el citado documento se denunciaba que las medidas gubernamentales fueron dictadas sin la participación de los pueblos originarios y sin tener en cuenta la pluralidad de sistemas sanitarios que existen en Chile, desperdiciando las posibilidades que ofrece la complementariedad entre distintas medicinas. De hecho, a colación de esta estrategia unilateral para prevenir el coronavirus, algunas organizaciones atribuyen la causa de las verdaderas “pandemias de los Estados” al monoculturalismo de las políticas sanitarias gubernamentales (Ta iñ Xemotuan, 27 de abril de 2020).
El derecho a la libre determinación, tal como está consignado en la declaración de los derechos indígenas, obliga al Gobierno a establecer instrumentos de participación para la elaboración e implementación de aquellas políticas que afectan a los pueblos indígenas. Por tanto, los mapuche manifiestan que las medidas de prevención de la pandemia deberían haberse elaborado teniendo en cuenta las necesidades y la realidad de los mapuche, y contar con sus líderes y autoridades tradicionales:
«El decreto gubernamental sobre el coronavirus no ha tenido en cuenta que el pueblo mapuche goza de un estatus especial en base al derecho internacional (…). Las decisiones han sido tomadas al margen del funcionamiento organizativo, cultural y medicinal que dispone el Pueblo Mapuche. (…) se deben tomar bajo el principio de la Libre Determinación, que consiste en la coordinación y la comunicación previa» (Huilcaman, 2 de abril de 2020).
El documento de esta plataforma señalaba también que para los mapuche la pandemia del COVID-19 tiene dos cabezas: la primera, la emergencia sanitaria y, la segunda, la crisis económica que se avecina. Ambas dimensiones de la pandemia tienen como común denominador «un modelo económico que desprecia a la Madre Tierra» (PPM, ídem). Por otra parte, se insta al Gobierno a autorizar a las organizaciones mapuche para adoptar medidas especiales de prevención y aislamiento para algunos territorios, en vista de que ya se están produciendo situaciones conflictivas. Tanto es así que varias comunidades de la zona del Bío Bío, Lonquimay o Panguipulli han tenido altercados con la policía por establecer controles de acceso de turistas a sus territorios para evitar contagios. Este celo por mantener el mando centralizado sobre el territorio mapuche contrasta con la denuncia de las organizaciones indígenas sobre la laxitud de las “restricciones [que existen] para los propietarios ricos y los dueños de segundas residencias” (El Puelche.cl, 30 de marzo de 2020).
Las medidas gubernamentales son criticadas tanto por la falta de pertinencia cultural como por el autoritarismo con el que han sido impuestas, negando a los mapuche el derecho a consulta. Respecto a la impertinencia cultural, una de las reivindicaciones mapuche es que deben tenerse en cuenta sus saberes ancestrales y contar con su sistema de salud (PPM, ídem). Sobre todo, reclaman que el Gobierno escuche sus reivindicaciones y tome en consideración el sentido profundo de sus demandas:
«[Se insta] a las autoridades a escuchar las indicaciones de la ciencia mapuche y su sistema de salud basado en el bosque nativo y el cuidado del agua Itrofij Mogen y el Buen Vivir biopsicosocial Kume Mogen» (AIDM, 6 de abril de 2020).
Otro aspecto que resulta controvertido es el de la escasez de material profiláctico para las comunidades mapuche y la falta de celo de ciertos particulares y empresas para atender las medidas de seguridad de los trabajadores mapuche (Consejo General de Caciques de Chiloé, 26 de marzo de 2020). En la misma línea, se observa el peligro que supone para ellos el contacto con trabajadores ajenos que no cuentan con la debida protección; este reproche se dirige, sobre todo, a las actividades económicas que están en manos de grandes monopolios o que son estratégicas para el programa agroexportador del Gobierno. En este sentido los mapuche de Chiloé hacen un llamamiento a las autoridades para que se obligue a las empresas salmoneras a guardar las medidas de seguridad de sus trabajadores (ídem).
Finalmente, como ocurre en otras latitudes, se presenta la pandemia como una oportunidad para un futuro distinto. En este sentido se recurre al concepto de feyentun (creencia y religión mapuche) aplicado aquí en la acepción de esperanza de que la crisis sanitaria revierta a nivel global en el fin del “neoliberalismo salvaje” y a nivel local alumbre una nueva Constitución que permita a la sociedad recuperar lo colectivo y proteger el patrimonio común (Loncon, 14 de abril de 2020):
« Esperanza después del COVID-19 de que el pueblo mapuche salga fortalecido: ya sea por el reconocimiento político o por la legitimidad de las propias instituciones y sabiduría ancestral, o también desde la humildad del occidente globalizado a partir del reconocimiento de los errores incurridos que han desencadenado esta crisis planetaria por la explotación salvaje de la naturaleza» (Leiva, 5 de abril de 2020).
“No sabemos cómo será el futuro, pero la lucha mapuche por su sabiduría, lengua y territorio no está perdida, hoy más que nunca tienen valor y vigencia y nos ayudará a enfrentar el koronavñfi; ello forma parte de la autonomía, la soberanía de las comunidades y de sus organizaciones territoriales” (Loncon, 14 de abril de 2020).
En definitiva, en las tierras mapuche la crisis del COVID-19 se percibe, sobre todo y fundamentalmente, como un problema político que conecta con los reclamos por la autonomía y los derechos culturales y territoriales y no puede desligarse del mal llamado “conflicto mapuche”. Los discursos analizados dejan entrever la creencia en un mundo mejor tras la crisis del coronavirus; bien sea porque se produzcan un cambio general en la actitud de la sociedad global, bien porque se produzca una vuelta a sus propios valores.
Conclusiones
Como hemos podido ver, la rapidez con la que se suceden las valoraciones y las tomas de posición en los medios de comunicación mapuche permiten conocer casi en streaming la interpretación polifónica que éstos hacen del coronavirus. Tanto si se expresa desde la cultura tradicional, como wigka küxan, como si se hace en claves sociopolíticas, como ausencia de autonomía, los mapuche ven el origen del problema como algo externo a su propia sociedad pero consideran que el awigkamiento y el expolio territorial crea un ambiente propicio para su expansión.
La evaluación del entorno social y ecológico próximo les permite realizar un diagnóstico de la catástrofe sanitaria coherente con su cultura, la cual se manifiesta en términos de transgresión a la propia identidad y a la diversidad de formas de vida (naturales y espirituales). Para muchos mapuche el capitalismo global, en su forma más despiadada: el neoliberalismo, constituye el mayor vector de desgracias y enfermedades; es el auténtico weküfe. En este sentido, los mapuche participan de la corriente global que vincula los actuales males de la humanidad con el expolio del Planeta.
Para los mapuche, los sueños, los fenómenos astronómicos y las señales de la naturaleza operan como vehículos de información para conectar el pasado con el presente y operan como alarmas para avisar a su sociedad respecto a la necesidad de fortalecer sus propios recursos y prepararse para hacer frente a un tiempo que se presenta “difícil para la vida”. La evocación de las antiguas epidemias, con la consiguiente merma de población, remite a la época de la Conquista y la posterior asimilación al Estado chileno, acontecimientos que establecen los marcos de la memoria para interpretar la pandemia contemporánea en términos de pueblo colonizado. De ahí que la figura genérica del wigka (“blanco”) se erija en la imagen de la contaminación y propagación de la enfermedad por excelencia.
Los mapuche son conscientes de la gravedad del problema de coronavirus y de la imposibilidad de hacerle frente por sí solos; entre otras cosas, porque no ignoran las relaciones de interdependencia con el resto de la sociedad chilena. Saben también que ellos no tienen los remedios adecuados para atajar una enfermedad wigka. Por este motivo, si bien objetan ciertas medidas dictadas por las autoridades para prevenir el contagio, las asumen con resignación. Sin embargo, denuncian el autoritarismo del Estado y la falta de voluntad intercultural para hacer frente al problema en términos pluriculturales y con la participación de los propios mapuche en aspectos que les son vitales. Por tanto, las principales objeciones no son de tipo técnico o cultural, sino políticas.
En algunos casos, esta pandemia se interpreta como una arma que ofrece posibilidades para ser manipulada por el Estado contra los mapuche y apuntalar así su debilitamiento político y cultural. Esta percepción se concentra en la alta vulnerabilidad que ofrecen los ancianos ante el virus, a sabiendas de que son sus genuinos referentes culturales y la piedra angular de la tradición y la lengua mapuche. La pérdida de los ancianos se torna en la consecuencia más terrible de la pandemia porque con ello desaparecerán muchos de los saberes ancestrales imprescindibles para afrontar las situaciones de crisis. En un plano más político, esta imagen se extiende a los dirigentes mapuche encarcelados por el conflicto territorial para dirigir la mirada hacia la capacidad de exterminio que tienen las cárceles del Estado para neutralizar su resistencia.
La mayoría de las informaciones procedente de los sueños y premoniciones ponen el énfasis en la dureza de los tiempos venideros, pero por encima de estas adversidades se pone por delante la capacidad de resiliencia de los mapuche para superarlas y salir fortalecidos. Coinciden los mapuche en la necesidad de reforzar los recursos propios y volver a los principios del Az Mapu (código ético y jurídico mapuche); en concreto al subcódigo vinculado con el territorio conocido como Ixofij Mogen (armonía y equilibrio social, ecológico y espiritual). Así mismo, se emplazan a apoyarse en la comunidad (entendida ésta como colectividad) y sacarse de encima la dependencia materialista en pos de su autonomía, partiendo de la protección y conservación de sus recursos naturales. Estas respuestas de los pueblos indígenas nos informan que lejos de estar ante sociedades premodernas y decadentes, sino ante sociedades posmodernas en las que el pasado no remite a la añoranza de un tiempo perdido que no volverá, sino que la memoria étnica constituye un recurso fundamental para afrontar el presente y proyectarse hacia el futuro.
Por otra parte, las objeciones a las medidas estandarizadas llevan a algunos intelectuales mapuche a preguntarse sobre las consecuencias que tendrán estas medidas profilácticas para la cultura. El énfasis en la comunidad y en lo propio contrasta con la prohibición de juntarse o ejecutar rituales. Se preguntan, por ejemplo: ¿qué ocurrirá con los muertos si no se puede hacer el entierro (eluwün) y permitir que sus espíritus viajen al lugar de los ancestros?, ¿cómo se repararán las trasgresiones si los rituales concebidos para ello no se pueden desarrollar? Y ¿cómo mantener la amistad y luchar contra la desconfianza interna si la política de confinamiento prohíbe saludarse, abrazarse, juntarse, comer y beber juntos?
Lo cierto es que el impacto cultural de las medidas de confinamiento genera muchas incógnitas, pero seguro que los mapuche las irán resolviendo con creatividad a partir de su propia evaluación del riesgo real que acarrea seguir sus pautas culturales en relación con la expansión del virus. Algunos mapuche señalan que estos problemas son coyunturales y puede solventarse recurriendo a su capacidad para apropiarse de los elementos que foráneos para superar los tiempos difíciles. Por ejemplo, proponen aprovechar las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para juntarse, conversar, recrear los patrones de socialización, etc. Como ejemplo, señala Loncon (14 de abril de 2020), la primera rogativa para exorcizar la pandemia por parte de una machi de Malleco se desarrolló por Facebook. Por tanto, el camino a seguir remite a la “estrategia de Lautaro” (García-Mingo, 2013) por la cual los mapuche se apropiaron de elementos culturales españoles (caballos y otras tecnologías) para combatirles con sus mismas armas.
En esta línea, se señala que si la pandemia es una wigka küxan: una patología del colonialismo y la dependencia, y en el mundo mapuche la emergencia sanitaria no es la excepción, sino la norma, entonces el recurso más efectivo para hacer frente al coronavirus no es tanto burocrático y biológico como comunitario y ético. Loncon sugiere que «la primera lucha de la pandemia no está en los hospitales [sino]: en la comunidad, en la organización social y en las familias» (ídem). Esto entra en colisión con las medidas de confinamiento generalistas, puesto que si bien la prohibición de transitar por las ciudades próximas e interactuar con personas no indígenas puede ser comprensible para los mapuche, ya que constituye una explicación cultural plausible. Sin embargo, la prohibición de interactuar dentro de las propias comunidades o de permanecer confinados dentro de las unidades habitacionales se torna más dudosa, habida cuenta de las condiciones de habitabilidad de las viviendas y las paupérrimas condiciones con las que se pretende que los mapuche hagan frente a la pandemia en el medio rural; obviando además la necesidad de cooperación para sobrevivir y la obligación de ayudarse atendiendo al principio de reciprocidad.
En resumen, la súbita aparición de esta entidad etérea, cuyas magnitudes y consecuencias eran inimaginables hasta ahora, no sólo ha producido una conmoción en las sociedades indígenas, sino también ha favorecido compartir temores y subjetividades con las sociedades occidentales propiciando una especie de encuentro intercultural en torno al diagnóstico sobre el por qué y el origen de este mal. Este consenso global de los ciudadanos corrientes deriva de una percepción confusa del fenómeno y con la insatisfacción de las explicaciones erráticas, apresuradas y contradictorias que ofrecen los expertos. De ahí que el dictamen cosmopolita de buena parte de las sociedades afectadas sitúe la causa última de la aparición de la pandemia de coronavirus en las malas acciones de los hombres en su relación con la naturaleza y con todos los seres que pueblan el Planeta.
Siguiendo a Latour (2007), habría que decir que en el mundo de hoy los límites entre ciencia, cultura y política no se encuentran totalmente separados ya que los más respetables discursos científicos contienen importantes dosis de relatos culturales y de mitos. En los pueblos amerindios contemporáneos parece que ocurre justamente al revés: que algunos de los mitos y relatos que les sirven para explicar lo que ocurre en el mundo, como pasa con esta pandemia, se aproximan mucho a ciertos discursos expertos.
NOTAS
1 En sintonía con los propios protagonistas, se ha optado por no castellanizar el plural del etnónimo mapuche ya que en mapuzungun no existe desinencia de plural expresándose por el determinante plural pu (pu mapuche: “los mapuche”).
2Los pueblos indígenas no sólo parten de la diferencia cultural, sino también de la “diferencia colonial” (Mignolo, 2003 [2000]: 20). A partir de esta condición de colonizados, los sujetos elaboran sus lógicas de pensamiento desde la doble conciencia (desde el pensamiento fronterizo) que además de la etnicidad hace emerger las posiciones sociales y de género que establecen una manera distintiva de producir conocimientos según el lugar desde el que éstos se enuncian (locus de enunciación).
3Respectivamente: sabios mapuche, parteras, especialista en herbolaria medicinal (lawen), líder religioso y terapéutico.
4 La persona que presenta síntomas de üñfitun suele presentar fuertes dolores de estómago, hígado o manifestar algún tipo de enfermedad mental. Existen algunas variantes de üñfitun, como el punon namun o entupunon (“tomar el rastro”) por el cual el mal se dirige hacia el rastro del individuo; esta dolencia suele manifestarse mediante dolores en los pies e inflamación de las articulaciones inferiores.
5 A principios de abril se habían confirmado 13 fallecidos y 509 casos por coronavirus en la Araucanía, lo que no deja de ser un índice alto para una población de menos de un millón de habitantes (https://interferencia.cl/articulos/covid-19-tambien-golpea-los-mapuche-en-la-araucania-fallece-primera- mujer-y-esposo-esta-en (6 de abril de 2020).
6 En el momento de redactar este documento sólo se conocía la muerte de una señora mapuche de la comunidad Carilafquén de Pitrufquén, cuyo marido también se encontraba ingresado en el Hospital de Temuco con pronóstico muy grave (Huenchumil,6 de abril de 2020).
7 Se denomina wigka, en general y en su mejor acepción, al blanco o no mapuche. Por tanto, el awigkamiento supone adoptar la forma de ser y vivir de los blancos (occidentales o chilenos).
8 El relato mítico por excelencia que narra este episodio de la historia mapuche es el de Xen Xen y Kai Kai, del cual existen múltiples versiones. En él se cuenta la génesis de los mapuche actuales a partir de una inundación y de la lucha entre dos serpientes, la llamada Xeg Xeg que representaría a las fuerzas “positivas” y Kai Kai, a las “negativas”.
9 Existen diferentes formas de denominar a la representación suprema de la deidad de los mapuche: Chao Ngenechen, Günechen, Elchen, Elmapu , Ngen Mapun, Küme Fucha Püllü; respectivamente: Creador, Fuerza Suprema, Controlador de los Hombres, Director de los Hombres, Sostenedor de la Tierra, Gran Espíritu del Bien (Marileo, 2000 [1995]: 102).
LINKS CITADOS Y DE INTERÉS
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ASOCIACIÓN INDÍGENA DE INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO MAPUCHE [AID-
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Fotografía: https://www.elsaltodiario.com/alasombra/wallmapu-no-equivoque-gobierno-prisioneros-politicos-mapuches-no-solos
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