Texto: Marta Rosell Codina, Antropóloga, becaria IndiRec 2023 | Fotografías: Marta Rosell Codina, Julián Barrios (@julian_barrioss)
EtnoReport
En la ciudad de Oaxaca, el joven de 25 años Julián Barrios acaba de abrir la tienda de textiles Janua aa (Tejiendo Sueños). La família del artista textil triqui llegó a la capital del estado en 1975, saliendo de la comunidad de la Joya del Mamey, de Putla Villa de Guerrero, en la región triqui baja, uno de los tres municipios que conforman la nación triqui junto con Santiago Juxtlahuaca y Constancia del Rosario. La región es una isla lingüística dentro de la Mixteca y cercana a la Costa Chica, donde aún viven sus abuelos y otros familiares. Como la mayoría de los triquis que llegaron a la ciudad de Oaxaca y a otros puntos de la república, huyeron de la desagriarización y de los efectos de la neoliberalización de la economía mexicana -en particular la caída de los precios del café- y, en concreto, de la escalada de violencia que azota la región, sobretodo desde los años setenta, por conflictos relacionados con la tenencia de la tierra y la violencia política. La venta de artesanías fungió, y funge hasta día de hoy, como un sector refugio fundamental para las comunidades exiliadas que radican en la ciudad.
El panorama de la mercantilización de artesanías en Oaxaca, destaca por su diversificación y fragmentación en el seno de un centro histórico turistificado, con un proceso de sustitución poblacional en marcha, y lidiando consigo misma para el mantenimiento de un disputado equilibrio según lo que requiere su estatus como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sin embargo, la masificación del mercado turístico, la importación de productos de bajo coste e imitaciones o la industrialización de los estocs artesanales fruto de la globalización del sector, han llevado a la mayoría de familias triquis herederas de la migración y el exilio a dedicarse a un segmento de mercado low-end copado por vendedores ambulantes y los puestos callejeros semi-fijos. De ahí el abandono generalizado del telar de cintura y de una rica diversidad de materiales, tintes y prendas triquis, en beneficio de un surtido variado y barato de prendas de ropa típica y souvenirs. Ya sea en los puestos callejeros de vendedores informales, o en alguno de los frecuentes plantones que organizan delante de la sede de gobierno, algunas mujeres habilladas con el huipil trabajan en su urdimbre, sin embargo, es raro que los vendan en sus puestos, pues el precio de esas prendas es muy elevado, y el proceso de elaboración se puede demorar hasta seis meses.
Julián, junto a su hermano y primo, trabajando en telares de cintura. Fuente: Imagen de su cuenta de Instagram @julian_barrioss
Observando este paisaje y preocupado por la pérdida de conocimientos y de técnicas, Barrios decidió aprender a tejer, a pesar de ser una tarea eminentemente femenina entre los triquis. “Me fui dando cuenta que las mujeres mayores de la comunidad iban falleciendo, y las mujeres de la edad de mi mamá ya no sabían hacer telar de cintura ni las técnicas tradicionales del arte, dejaron de ser artesanos para convertirse en comerciantes”. En efecto, los productos guatemaltecos, chiapanecos y maquilados en México o en el extranjero son comunes entre los puestos de vendedores asentados o informales en el centro histórico de la ciudad. La transmisión de conocimientos para él fue atípica, pues le fue negado el aprendizaje de las técnicas por ser hombre. Una de sus tías terminó por enseñarle, “ella pensaba más libre en esos temas, al salir de la comunidad, y dijo yo te enseño, porque si no quieren aprender los demás, entonces aprende tú”. Tuvo que prepararse psicológicamente para enfrentar el sexismo, la homofobia y el clasismo entre su comunidad. Hijo de una familia reputada en el pueblo, de médicos tradicionales y representantes de la asamblea de la comunidad, recibió las miradas prejuiciosas y el pudor de sus cercanos antes de poder ser reconocido como tejedor. “Entonces, era como qué, ¿cómo crees que un hombre va a tejer y más el hijo de Julián? Toda la comunidad estaba muy enfocada en mí; durante ese tiempo todos los triquis de la comunidad se desfilaban ahí por mi puesto, como que pasando a ver, a ver si es cierto lo que decían”. Le tomó años sensibilizar a su entorno de la amenaza que sufría el textil triqui, pero finalmente fue acogido y respetado como el único hombre triqui tejedor.
Dos puntos del Zócalo con presencia de distintos tipos de vendedores informales, noviembre de 2023.
Fotografías: Marta Rosell Codina
UNA COMUNIDAD RETERRITORIALIZADA
Los triquis se han convertido con el correr de los años en un pueblo migrante dentro de México e incluso en Estados Unidos, donde se emplean como temporeros en explotaciones agrícolas de la costa oeste. Desde la región triqui se han movilizado a diversos territorios nacionales e internacionales, siendo la ciudad de Oaxaca, uno de los que más personas de la etnia triqui ha recibido. Actualmente viven en ella cerca de 2.000 personas triquis, incluyendo a los hijos que ya han nacido en la ciudad en segundas y terceras generaciones. Esta deslocalización trae aparejada una serie de transformaciones en la relación entre los triquis que se quedan en la montaña y quienes habitan en la ciudad. Julián describe y reflexiona sobre las redes sociales entre ambas comunidades triquis: “Afortunadamente, somos de las pocas familias que radicamos en la ciudad de Oaxaca que todavía tenemos nuestros terrenitos allá en el pueblo, que todavía pues damos nuestra cooperación, somos tomados en cuenta en la asamblea y también prestamos el servicio”. El servicio son todos aquellas funciones comunitarias que se deben prestar por ser miembro de una comunidad triqui (topil, agente, regidor de obras, prestar servicio a la iglesia…), y aunque algunos quedan reservados para quienes habitan en la región, otros también son realizados por los triquis que viven en la ciudad. Además, los triquis radicados en Oaxaca se organizan como una misma comunidad -aunque con distintos grupos de afinidad política-, que si bien no opera a partir de cargos de autoridad tradicionales, sí mantienen y actualizan funciones de liderazgo y dinamización basadas en los usos y costumbres, como el cargo de representante del grupo, puestos de coordinación, diputados y la mayordomía del santo itinerante al que devocionan.
La venta de productos típicos para el turismo constituye una fuente de ingresos fundamental no solo para las familias de comerciantes, sino también para su parentesco en la montaña. Oscar, hermano de Julián y coordinador de la venta en vía pública de la organización Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), comentaba lo siguiente a propósito del flujo intermitente y estratégico de gente que llega a la ciudad en busca de oportunidades de trabajo: “Vienen alrededor de unas 50 familias en temporada alta, y luego se regresan porque ahí viven ellos […] vienen, trabajan, consiguen un poco de dinero, y se van otra vez, y nosotros los apoyamos porque no los molesten”. De igual manera, relata la relación existente entre quienes están o vienen a la ciudad y quienes se quedan en la montaña, sobre todo en materia de envíos, tanto de remesas económicas como de productos alimenticios.
La gente aquí sí envía dinero a las comunidades de la montaña, ya insumos son ellos en la comunidad que nos los envían a nosotros, porque las cosas que hay allá no se pueden cultivar aquí, y uno cuando nació y creció allá, lo que quiere es volver a sentir el sabor.
Se entiende que existe una relación de reciprocidad entre los triquis de la ciudad y los triquis de la montaña, la cual está mediada por organizaciones como el MULT, que aunque se erige como un espacio político, también cumple labores socioeconómicas importantes, como son la coordinación de envíos y el establecimiento de puestos de venta para que sus integrantes puedan vender sus productos en la ciudad. “muchos por ejemplo, producen en el pueblo y se lo mandan a sus familiares aquí en Oaxaca y ese dinero vuelve a regresar. En el caso personal de nosotros, nosotros producimos aquí”, comenta Julián.
Protesta del MULT ante el palacio de gobierno, noviembre 2023. Fotografía: Marta Rosell Codina
Entonces, el papel de la migración es fundamental en la construcción de las comunidades de la región triqui, y a su vez, la pertenencia lingüística y la adscripción a los rasgos identitarios triquis a través, entre otros, de la tradición textil, la indumentaria y las relaciones sociales asentadas sobre los usos y costumbres, son indisociables de la reconstrucción de los grupos triquis en las ciudades, y por tanto, de un proceso de reterriorialización: “hay núcleos de triquis que pues se juntan de diversas comunidades y que son de diferentes comunidades triquis, pero que al juntarse pues volvemos a vivir en comunidad y seguimos respetando y ejerciendo el sistema de organización tradicional triqui”. Se siguen de estos procesos cambios en los procedimientos que subyacen a la configuración sociocultural triqui, por ejemplo, el cuestionamiento creciente de las reglas y costumbres matrimoniales, como los casamientos tempranos o la venta de mujeres -por el fin de la cual Julián aboga-, o bien un aumento de la exogamia. Otros cambios se están produciendo actualmente en relación a los modos de subsistencia, como comentaremos a continuación.
Julián con sus hermanos el día de su graduación. Fuente: Imagen de su cuenta de Instagram @julian_barrioss
CREATIVIDAD CULTURAL EN UN SECTOR QUE RESISTE
Con Julián, una nueva generación de creadores toma el mando. Frente a la supermarketización de la oferta de productos artesanales, los jóvenes descendientes de comunidades artesanas, indagan en sus raíces para hacer rebrotar valores como la autenticidad, la singularidad cultural o la sostenibilidad, para ser tomados como principios de nuevas representaciones y adscripciones culturales. Barrios rechaza las nociones de artesanía, oficio y artes populares frente a una apropiación de los términos arte y comunidad creadora,
también usamos tecnicismos, ninguna pieza es igual a otra; que dijeran que lo nuestro es artesanía porque es en masa o porque es repetitivo es erróneo. Quieran o no, han sido años de experiencia, años de profesionalizarme, años de experimentar y que no han tenido reconocimiento, pero no porque no exista una licenciatura significa que no sea una profesión, que sea solamente un “oficio”.
Se va movilizando un discurso de defensa de la tradición textil para nada divorciada de la coyuntura que condiciona las nuevas generaciones, como el contexto urbano post-migratorio o la usurpación de ciertos productos culturales por la industria del turismo étnico, “sabemos que creamos textiles por necesidad, para vender, para vivir, y también sabemos que creamos textiles para usos rituales comunitarios, ceremoniales”. Por eso, negocios emergentes como el de Barrios, repiensan las formas de producir, los circuitos comerciales, y el tipo de consumo esperado. Todas estas son respuestas que se presentan frente a décadas de un proceso paulatino de desgaste de los procesos comunitarios ligados a la circulación de bienes y a las condiciones de vida precarias entre los vendedores triquis de Oaxaca, a la vez que se propulsa precisamente desde unas redes sólidas que reconstruyen las solidaridades comunitarias fraguadas en la ciudad y en la venta informal. Barrios tiene claro que Janúa aa es un proyecto colectivo no solo por la naturaleza plural y colectiva de los saberes asociados, sino también por los nexos que fructifican entre creadores jóvenes y activistas y que constituyen todo un movimiento de reforma dentro mismo del mercado de la artesanía.
Créeme que los que estamos ahorita en nuestro apogeo joven sí hemos tenido demasiados cambios, hemos hecho mucha revolución, el hecho de fundar espacios comunitarios, eso no se veía desde hace mucho tiempo en la ciudad de Oaxaca. Estamos hablando de rentas de 50.000, 200.000 pesos, y que quienes tenían el dinero simplemente eran las personas que venían de fuera, que venían justo con la intención de inyectar un capital y generar recursos, entonces los creadores que ahorita estamos nos vemos muy restringidos, pero es un movimiento que se ha hecho más fuerte en estos últimos años.
Entre los socios de la Hilatura, el local compartido que acoge el proyecto de Julián, se reparten la inversión inicial para cubrir el costo del local. Son cinco marcas con proyectos cómplices, tres de textiles y dos de joyería. “De los de joyería, Marush, yo le tiño sus hilos, y la otra marca de ropa, Olivardo, me hacen la confección de camisas, vestidos, sacos, productos que normalmente nosotros no teníamos el conocimiento de elaborar porque no usamos máquinas”.
La mayor parte de los consumidores de Janúa aa son oaxaqueños. Frente el tópico de la apropiación folklorizada por parte del visitante extranjero de la indumentaria típica, Barrios recuerda que los locales son los que se sienten identificados con sus productos y le dan un uso más cotidiano. Otro comprador es el mexicano, por “la romantización del lema mexicano de ‘todos los mexicanos somos indígenas, todos llevamos huipiles’”. Por otro lado, el turista extranjero “se va mucho por las flores, se mueve por el colorido, se va mucho por consumir lo barato”, desconociendo los procesos y técnicas de elaboración. Esto es lo que ha llevado a muchos productores de su comunidad a hacer a un lado las prendas y materiales tradicionales y a apostar por productos industriales o semi-industriales, lo cual supone una devaluación de sus textiles.
Sin embargo, existe entre los vendedores de mercancías maquiladas y los jóvenes creadores como Barrios, una sinergia creativa, como pasa en general en el centro histórico de la ciudad: hay un sector top-end y otro low-end de un mismo mercado que se retroalimentan y cubren una demanda diversa de productos “auténticos”. Los padres, hermanos, tíos y primos de Barrios se llevan dedicando décadas a este tipo de venta, y ahora empiezan a trabajar conjuntamente en la creación de textiles. Su sobrino, de hecho, quien ha aprendido a tejer con Julián, surte con huipiles de creación propia el puesto semi-fijo de su madre. En cambio, hay otros retos para los nuevos creadores indígenas:
A nosotros nos ha afectado muchísimo, los tintes naturales no son una moda, son otro rasgo cultural que nosotros hemos resguardado por años. Mi bisabuela teñía, mi abuela teñía, dábamos color. ¿Por qué? Porque los colores representan a nuestra comunidad, no nomás son por estética. En cambio, aquí en la ciudad, pues muchos se han especializado en tintes naturales, algunos son extranjeros, y ahora ofrecen talleres, productos a base de tintes naturales cuyos procesos no son sostenibles como los nuestros. Entonces, por ejemplo, en ese rubro de los tintes naturales, o diseños de textil muy contemporáneos, pues sí, hemos visto que nos desplazan horriblemente.
Una de las tareas que desempeña Julián, es el tinte de las fibras, en este caso con añil.
Fuente: Imagen de su cuenta de Instagram @julian_barrioss
A esto también se suman los casos de plagio realizado por marcas transnacionales del área textil, siendo Zara una de las más comentadas por los creadores. Por eso, la reapropiación de una tradición textil de largo alcance, viene imbricada con una respuesta crítica y un proceso de revisión consciente alrededor de las condiciones restrictivas, estructurales e históricas, que han atravesado las transformaciones en el arte textil triqui y que lo han trasladado a los talleres, tiendas y calles de la ciudad de Oaxaca. A su vez, reivindica el legítimo derecho de los triquis de usar, producir y determinar los procesos que tienen que definir el nuevo arte del huipil entre una comunidad que se identifica profundamente con su indumentaria y con su cultura originaria, “la gente a veces no ve más allá de lo estético, pero realmente el textil lleva una carga enorme, simbólica, política, de procesos comunitarios, de procesos industriales, de rutas comerciales”.
EXPOSICIÓN VIRTUAL DE LOS ARTESANOS INDÍGENAS: ACTIVISMO, DIVULGACIÓN Y ARTICULACIÓN DE UN FORO ANTI-RACISTA
Parte fundamental de la nueva hornada de artistas oaxaqueños, son los medios digitales, en concreto las redes sociales. A través de ellas el artesano se convierte en divulgador y activista por la sensibilización de los contenidos culturales específicos de su comunidad y por la denuncia de situaciones de agravio sufridas por los pueblos indígenas. Con una cuenta profesional de más de 15.000 seguidores, y otra personal de 4.500, Julián Barrios crea contenido digital sobre sus productos a la par que difunde información sobre el pueblo triqui. Recientemente, ha emprendido medidas legales contra una campaña de acoso por parte de un avatar anónimo, que incluía difamación, insultos racistas y homófobos y amenazas de muerte. Ha estado compartiendo el proceso en vivo a través de su Instagram, y denuncia que este tipo de acoso es un embate violento contra las comunidades indígenas, las personas prietas, negras, gays. Uno de los acosadores ha estado identificado, “es un hombre y es blanco”, dice a través de un comunicado ante sus seguidores. En otro post concluye, “si me llegan a silenciar, soy el joto triqui que les cantó su precio en la cara”.
Una característica, pues, de este movimiento, es la reivindicación de unos márgenes simbólicos en los que se han inscrito sus antecesores y sus creaciones artísticas, aparejado a un creciente apoderamiento con respecto a los derechos humanos. “Junto a los mensajes de odio recibí unas fotografías en las que se ven dos huipiles triquis. La primera foto el huipil tiene unos zapatos encima. En la segunda el huipil está en la basura. En la tercera lo está pisando. Esto es una ofensa hacia mi cultura, hacia mi comunidad, hacia mi persona”. Barrios reconoció al anónimo por el color de urdimbre y trama principal, que era café, como en el huipil antiguo, y sus listones negros, morados y verdes, que actualmente ya no llevan esos colores. “No se iba a imaginar que yo reconocería el huipil, pero yo soy artesano, conozco los colores, las técnicas que se usan, y por lo tanto pude reconocerlo”. Sin embargo,
para la Fiscalía General del Estado de Oaxaca, un huipil no es una prueba… Han quemado nuestros huipiles, se han hecho parodias utilizando indumentaria… El Estado mexicano es totalmente ignorante y no ha puesto ningún interés, pues no les toca a ellos. Yo me di cuenta de eso a la hora de llegar a la Fiscalía, que no están documentados, no tienen la preparación en temas culturales, en temas del racismo simbólico, en temas de incitación al odio hacia las comunidades indígenas.
Entonces, Barrios ha presentado una denuncia contra el acosador identificado para sentar un precedente y que se ponga atención sobre este tema, para visibilizar el abandono de las personas indígenas ante la violencia racista, especialmente simbólica, lingüística y virtual. “Quiero llevarlo y que sea una parte importante en el cambio de la mentalidad, que todo lo que hacemos en redes, nos influye en nuestras vidas reales”. Más aún, entre los triquis existe un tópico extendido sobre su inconformismo y exigencias hacia el estado. También sufren el estigma de una población que ocupa un sector económico, la venta de artesanías, a menudo informal y de supervivencia, visto como degradante de la ciudad, y paradójicamente, del que se resiente su riqueza cultural. Sin ir más lejos, en el Gran Premio Nacional de Arte Popular 2022, a la ganadora, una mujer triqui, le fue vetada la entrada al recinto por confundirla con una vendedora ambulante, justamente por su huipil. También comenta Julián:
Fui a la Fiscalía y de entrada del trato siempre es diferente. A las personas triqui, como me dijo ahí el fiscal, siempre nos han tenido como que somos muy rebeldes, como que nada nos gusta, pero la realidad es que somos una comunidad originaria de las que todavía resisten aquí en Oaxaca, pues siempre hemos sido muy resilientes y rebeldes, porque sabemos que el sistema no nos favorece.
Julián hace recuento de experiencias de discriminación que ha sufrido en años recientes, como la sanción social por hablar su lengua en algunas instituciones y en la escuela, que le obligaron a sacarse su huipil para entrar en un bar de la ciudad, o un episodio reciente que también denunció a través de sus Instagram: “estábamos sentados con mi familia y otro grupo de triquis se estaba manifestando en el centro, pasó una señora de la ciudad y nos dice ‘ay pinches triquis, ya pónganse a trabajar’, y nos escupe”.
Entonces, a través de sus redes sociales expone y denuncia estos casos, pero también los recibe de vuelta: “Las redes sociales son un muy buen canal de difusión, pero también es un canal en el que estamos los creadores expuestos, sobre todo porque se ha normalizado”. El acoso racista, para los jóvenes creadores indígenas, es ya un peligro también en la esfera digital, “el acoso, el crear cuentas falsas con la intención de agredir, discursos de racismo, de clasismo, en contra de las comunidades indígenas, en contra de la comunidad LGBT, contra la mujer…”. Barrios, a través de sus posts, crítica a la blanquitud y el privilegio blanco, al Estado e muestra su inconveniencia con la llegada de extranjeros blancos a residir en la ciudad. “Quienes se sienten enojados, son directamente las personas que se ven beneficiadas de ello.”
Alrededor de Julián Barrios se están urdiendo nuevas tramas colectivas, dentro y fuera de la comunidad triqui. Él, al igual de otros artistas jóvenes oaxaqueños que desempeñan una labor paralela, deviene un agente de transformación que anima a la revisión, recuperación y dignificación de una tradición artesana deslustrada, fomentando una restauración de la capacidad de las comunidades por representarse como entidad histórica y cultural y custodiar sus fuentes estéticas y materiales. Barrios es uno más de una generación de herederos de la migración triqui que, desde la ciudad, reconstruyen los significados ligados a su identidad y condición post-migratoria a través de la creación artística, la emprendeduría, la revitalización socioeconómica de la comunidad y la toma de posición pública en instancias políticas. Sin ir más lejos, algunos de sus hermanos y primos quisieron aprender a tejer, de manera que ya son 7 hombres triquis tejedores. En sus redes sociales, su taller y su familia, Barrios procura velar por un espacio seguro, libre de lgtbifobia y de machismo, para que jóvenes artistas puedan desarrollar sus dotes en el arte textil.
Julián con sus padres, hermano, primos y tía. Fuente: Imagen de su cuenta de Instagram @julian_barrioss
En Oaxaca, de momento, son pocos los triquis que han llegado a formar un negocio establecido con sus propias creaciones: la mayoría siguen la actividad familiar informal. Sin embargo, en el rubro político, jóvenes triquis están tomando la iniciativa e implicándose en las organizaciones, siendo partícipes de un cambio de cultura política. Es el caso de la líder triqui en San Luís Potosí, Palmira Flores, de 30 años. Siendo comerciante de artesanías, junto con su familia, en las calles de San Luis, y coordinadora en el Consejo Indígena del ayuntamiento, es la primera representante mujer de la comunidad. Muchos otros jóvenes triquis están haciendo trabajo de concientización a través de redes sociales, por un lado, frente a los líderes que ocupan posiciones de decisión en la organización comunitaria, por otro lado, frente a una población mayoritaria, oaxaqueña y extranjera, que opera según diferenciaciones racistas, en el plano virtual y en el físico, y finalmente, ante instancias oficiales, a partir de pleitos por el derecho a trabajar de sus artesanías, y al erigirse como voces denunciantes y ciudadanos de derecho que piden su lugar en las instituciones.
Esta acción forma parte de un proyecto subvencionado por la Agéncia Catalana de Cooperació a la convocatoria 2022 en la línea de Educació per al Desenvolupament. La ayuda de investigación IndiRec tiene como objetivo fomentar la investigación con los pueblos indígenas de América Latina orientada a defender sus derechos.
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